Por: Daniel David Gómez Caraballo
El proyecto Ecoparque Ciénaga de Mallorquín -muy hablado a propósito del desalojo de Las Flores- ha generado muchas expectativas en la ciudadanía barranquillera. La parte que conocemos del proyecto son los renders publicados en las redes sociales, además del discurso de la Administración Distrital acerca de convertir a Barranquilla en una “biodiverciudad” y lo que representa esta iniciativa para la ciudad. Sin embargo, los componentes del proyecto como la participación ciudadana, el cuidado del medioambiente, la solución a la problemática social y la contratación del proyecto, son poco claros para la sociedad barranquillera.
El discurso grandilocuente del Alcalde Pumarejo en donde señala que: “Estamos aquí, en el corazón de la ciénaga, con quienes la han convivido y padecido, para recuperarla y se vuelva un motor de desarrollo, y que la sostenibilidad del medio ambiente nos haga progresar, generar empleo, riqueza y economía, no solo para La Playa y Las Flores, sino para toda Barranquilla” deja más preguntas que respuestas. Es sorprendente que la primera noticia del arranque de las obras de Mallorquín sea el desalojo de los pobladores de las Flores -aunque frenado momentáneamente por una orden judicial-.
Como lo señala el alcalde, este proyecto no solo es problema de la administración con los habitantes de las Flores sino con todos los barranquilleros. Gran parte de los recursos para la ejecución saldrán de los bolsillos de los ciudadanos, pero además, Mallorquín es uno de los pocos pulmones que quedan en la ciudad.
Un santuario que tiene muchos problemas ambientales como: la tala de mangles; expansión urbana y adecuación de predios rurales; vertimientos de aguas residuales, residuos sólidos y escombros; y extracción de fauna del manglar (Garcés & Ríos, 2016). Sobre esto surgen nuevos interrogantes: ¿Qué pasará con la problemática de aguas residuales? ¿Qué control existe en el tema de expansión urbana? ¿Qué estrategia se contempla en el proyecto para preservar y recuperar el sistema de manglar?¿Qué previsión tiene el proyecto sobre el impacto ambiental del ecoparque en las dinámicas de la fauna en la ciénaga?¿Por qué no se gestiona el estatus de Mallorquín como Sitio Ramsar?
Preguntas que hasta el momento no tienen respuestas. Según el politólogo Pablo Pachón, está contemplada la ejecución de la primera fase y solo se conoce el monto de ésta, en cambio del valor de las fases siguientes y complementarias junto a su ejecución son desconocidos. Además, no se conoce si el proyecto contempla la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales ni demás obras necesarias para revitalizar la ciénaga. ¿Cuándo se harán públicos los planes de ejecución de las obras complementarias? ¿Cómo es el proceso de licitaciones? ¿Qué se hará para recuperar realmente a Mallorquín?
Se nos ha vendido que este ecoparque como una gran obra socioambiental, sin embargo, lo único que conocemos de su ejecución son los lindos paisajes en video de su impacto turístico. Los habitantes que viven en este cuerpo de agua -históricamente excluidos- necesitan un plan integral en lugar de ser reprimidos y compensados con irrisorios recursos. Barranquilla necesita de Mallorquín, y Mallorquín necesita de Barranquilla. La discusión pública sobre la intervención en la zona debe ir de la mano con la ciudadanía, no de espaldas a ella.